Postura

Nos encontramos ante el más poderoso precepto del código Samurai. Nada le repugna tanto como los procedimientos hipócritas y las empresas tortuosas. La concepción de la rectitud puede ser errónea; puede, por ejemplo, ser estrecha.

Un Bushi célebre la definió, como el poder de tomar una resolución en alguna cosa: "La rectitud es el poder de tomar, sin flaquear, una decisión relativa a cierta manera de conducirse que se encuentra conforme a la razón: de morir cuando se debe morir, de herir cuando se debe herir".

Otro habla de ella en los siguientes términos: "La rectitud es el hueso que da la firmeza y os mantiene derechos. Así como sin hueso la cabeza no puede quedar encima de la espina dorsal, ni la mano moverse, ni los pies llevar al cuerpo, así sin la rectitud, ni el talento ni el saber pueden hacer de un esqueleto humano un Samurai."
Si se tiene rectitud los talentos importan poco. Mencio dice: "Que la bondad es el alma del hombre y que la rectitud o la honradez son su vía." "Que triste es -exclama- descuidar esta vía y no seguirla, perder el alma y no saber encontrarla!"

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Cuando los hombres han perdido sus pollos o sus perros saben ir a buscarlos, pero pierden su alma y no saben encontrarla. No entrevemos aquí como en un espejo imperfecto la parábola propuesta trescientos años más tarde, bajo otro cielo, por un mayor maestro que se llamaba a sí mismo "El Camino de la Justicia" y por cuyo medio el extraviado podía ser encontrado? Pero me alejo de mi fin.

La rectitud, según Mencio: "Es un sendero derecho y estrecho que el hombre debe tomar para recuperar el paraíso perdido". Incluso en los últimos días del feudalismo, cuando una prolongada era de paz había llevado a la clase guerrera a una vida de ocio y con ella a todo género de costumbres disipadas y a la práctica de artes de diversión, el epíteto de "Ghisi" (hombre de rectitud) era considerado como un título superior a todo otro, expresando el dominio en las ciencias o las artes.
Los cuarenta y siete fieles "que ocupan un lugar tan preeminente en nuestra educación popular- son conocidos en el lenguaje corriente bajo el nombre de los cuarenta y siete "Ghisi".

En la época en la que el artificio y la astucia podían pasar por una táctica militar y la falsedad declarada como ardid de guerra, esta virtud viril, leal y honrada fue la joya que brilló con más vivo destello y la más altamente preciada.
La rectitud es la hermana gemela del valor, otra virtud marcial. Pero antes de continuar hablando del valor se me permitirá detenerme un momento acerca de lo que yo llamaría un derivado de la rectitud. El término que expresa esta virtud, después de haberse en un principio desviado ligeramente de su sentido original, se alejó en seguida más y más, hasta quedar su significación completamente desnaturalizada en la acepción popular.

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Quiero hablar del "Gi-ri" literalmente: razón recta, término que a la larga no vino a expresar más que muy vagamente la idea de una obligación que, en la opinión pública, el titular de esta virtud debía cumplir, en su sentimiento primitivo y sin aleación "Gi-ri" quería decir pura y simplemente Deber, y es por esta razón por la que hablamos del "Gi-ri" que debemos a nuestros padres, a nuestros superiores, a nuestros inferiores y a la sociedad en general. En estos casos "Gi-ri" es sinónimo de Deber: ¿Pues qué es sino deber lo que nos pide y nos ordena hacer la razón recta? ¿No debería ser la razón recta nuestro imperativo categórico?

Primitivamente, pues, "Gi-ri" quería decir solamente Deber, y se puede pensar que la etimología de esta palabra se derivaba del hecho de que si bien en el amor debería evidentemente encontrarse el único móvil, si llegaba a faltar hacía falta recurrir a otra autoridad para reforzar la piedad filial; la fórmula de esta autoridad daba precisamente el "Gi-ri". Había perfecta razón para explicar así esta autoridad, el "Gi-ri" entendía que si no es el amor el que empuja a los actos de virtud, hace falta recurrir a la inteligencia del hombre y que su razón está pronta a convencerle de la necesidad de obrar con rectitud.

Desde el momento en que el Deber se hace penoso la razón derecha entra en juego para impedirnos flaquear. Así entendido, el "Gi-ri" es un maestro severo, palo en mano, para hacer cumplir su tarea a los perezosos. En ética es una potencia de segundo orden; en cuanto a animador es infinitamente inferior a la doctrina cristiana del amor que debiera ser ley. Yo lo miro como a un producto de condiciones de una sociedad artificial, "de una sociedad en donde era la casualidad del nacimiento y de los favores no merecidos lo que creaba la diferencia de clases"; donde la familia era la unidad social; donde la superioridad de edad daba la supremacía sobre la superioridad del talento; y los afectos naturales debían frecuentemente borrarse frente a lo arbitrario de costumbres ficticias. Y es a causa de estas ficciones por lo que el "Gi-ri", degenerando, acabó por tomar un vago sentido de conveniencias, a las cuales se recurría para explicar esto o sancionar aquello.

Ejemplo: ¿por qué hacía falta, llegando el caso, que una madre sacrificase todos sus hijos para salvar al mayor?, ¿por qué una hija debía vender su castidad para pagar las deudas de su padre?, y así sucesivamente. Considerando como "Razón Derecha", el "Gi-ri", a mi manera de ver, se ha parado en seco frecuentemente ante la casuástica. Incluso ha degenerado en un temor cobarde de la censura.

Puedo decir del "Gi-ri" lo que Scott escribía del patriotismo: "Que así como es el más hermoso de los sentimientos, es también frecuentemente la máscara más sospechosa de otros". Colocado más allá o por encima de la "Razón Derecha", el "Gi-ri" llegó a convertirse en un monstruoso error; guareció bajo sus alas toda suerte de sofismas, de hipocresías; se hubiera convertido fácilmente en un nido de cobardías si el Bushido no hubiera tenido un sentimiento tan delicado y tan correcto del valor: El Espíritu de Audacia y de Resistencia.

Inazo Nitobe, Bushido el corazón de Japón, capítulo 3, Barcelona, Ediciones Obelisco, 1988